Mira cómo lo hago yo

El otro día andábamos de caminata matutina Ignacio y yo. Solemos aprovechar las mañanas de cuando en cuando para dar un paseo por el pentagonito y los alrededores. Así él se acomoda rico en su coche y duerme la siesta de la mañana. Cuando vi que ya estaba dormidito decidí sentarme en una banca al lado de los gansos y patos que viven por ahí y alegran tanto el lugar.

Mientras tomaba un sorbo de agua, miré a otros niños que paseaban por la zona, me quedé observando a una niña de unos dos o tres años, estaba acompañada por su papá y su abuela. La abuela llevaba un paquete de galletas de soda y al ver que un par de gansos curiosos se acercó ella le invitó un pedacito de galleta a cada uno. La niña emocionada pidió a la abuela otro pedacito para compartir con los gansos, la combinación de alegría y entusiasmo en sus ojos fue única.

La niña interactuando con esos animalitos tan amigables, invitaba a querer compartir de la misma manera. “Cómo Ignacio no tiene edad suficiente para imitar a la enana y dejarle compartir un pancito con los patos y gansos!” Me dije a mí misma. “Ya llegará el momento en que aprenderá eso y más” pensaba mientras la chiquita me sacaba sonrisas a lo lejos.

Al poco rato llegó un niño de unos tres años acompañado por la nana. Ellos se sentaron en la banca del lado, no pude evitar girar mi mirada al pequeño que observaba con asombro a los gansos merodear por atrás. El niño usaba la banca como resguardo y asomaba solamente los ojos para mirarles con cuidado. El desenlace me tomó por sorpresa. Pensé que es normal que algunos niños sientan temor de animales, lugares u objetos desconocidos. También pensé que es nuestra tarea como adultos ayudarles a superar esos miedos y enseñarles la manera correcta de convivir en armonía y con respeto con el mundo que les rodea. Sin embargo, la acción de la nana fue la de tomar lo primero que tenía a la mano (no recuerdo si era una chompa o una manta) y la empezó a sacudir hacia los gansos, haciendo un ruido con su boca para alejarlos. Hacía ademán de espantarlos con amenaza y violencia. Acto seguido, el niño tomó otra prenda de ropa y comenzó a hacer lo mismo. No sólo los espantó, sino que también les arrojó un par de cosas. El problema: un ser humano más en nuestro entorno que aprendió a ser violento con los animales, que a medida que crezca recordará esta experiencia como principio para actuar con otros seres vivos.

Me quedé ahí sentada, sin saber qué hacer. Ignacio seguía dormido a pesar del sonido de las aves. Tenía muchas ganas de dirigirme al niño (con la nana creo que es caso perdido) y explicarle la importancia del respeto y el cuidado hacia lo que nos rodea. Me quedé observando con impotencia y pensé cuán importante es pensar en nuestras acciones, este es un fiel ejemplo de que somos un modelo a seguir. Ellos aprenden por imitación desde que son bebés hasta avanzada edad. Transmitimos el respeto por el mundo, transmitimos miedos, transmitimos actitudes, transmitimos formas de comunicarnos, y sin siquiera darnos cuenta. Creo que es muy importante sentarnos un minuto a pensar (compartir y dialogar con nuestra pareja) sobre qué ejemplo queremos darle a nuestros hijos, qué acciones queremos que imiten y qué acciones debemos modificar o cuidar, qué valores y principios sembraremos en ellos (no lo aprenden memorizando, ya sabemos que lo aprenden observándonos).

igna regando

igna gato

No es una tarea fácil, esto nos invita a realizar un recorrido interno hasta rincones que quizás no queríamos volver a visitar en nosotros mismos. Sanar algunas heridas, superar algunos temores, y sobre todo valorar lo que realmente vale la pena mostrar a nuestros pequeños. Creo fielmente que para que haya personas de bien y buenos ciudadanos, debemos empezar por los más pequeños y trabajar en una formación preventiva, que vaya orientada a educar mejores personas siempre. Y… empezando por cambiar ciertas cosas en nosotros mismos. Menuda tarea, menuda responsabilidad.

Mimando…Ando!